jueves, 1 de mayo de 2014

La crónica que no querías contar.

Y aunque te estés muriendo, no conocen tu dolor. Empieza a sonar dentro del auto. Parece que la música se hubiera sincronizado con los sentimientos. Todo lo que esa mañana habías aguantado para llorar con esa frase algunas lágrimas empiezan a caer. Sabes que tu mamá prendió la radio porque le molestaba el silencio, porque ese silencio adentro del auto nos aturdía. 
Miras por la ventana, todo afuera sigue igual. Es increíble como para nosotros se freno el tiempo pero afuera todo sigue su ritmo. Los autos pasan, las personas caminan y vos dentro del auto sintiéndote en una capsula que te alejo de la realidad. 
Pasan los carteles de las calles, los semáforos, empezas a recordar como fue la noche anterior. El clima en las salas velatorias es tan extraño. Por un momento sentís que viviste una escena de Esperando la Carroza. Ofrecen comida, ofrecen café, gaseosas ¿En serio muchos de lo que estuvieron ahí pensaron en algún momento comer ese sandwich de miga? ¿Cómo lograron separar el hambre de la angustia? 
Para vivir por el camino de la vida he de seguir con la esperanza de llegar a ser feliz. Otra vez la música interrumpe los pensamientos. Otra vez pareciera que la música esta acorde a nosotros ¿Por qué vamos tan lento? Por un momento imaginas que si vos fueras la que maneja, te hubieras salido de la esa gran fila que se había armado a toda velocidad alejándote de todo eso. También imaginas la escena después: pidiendo perdón por haber hecho eso, que es la situación la que te puso así. Pero eso no esta pasando ahora. Esta manejando tu mamá, ni siquiera atinaste a verla a los ojos en toda la mañana. Ni siquiera te animaste. 
Esa caravana hacía el cementerio sentís que es lo más lento que hiciste en toda tu vida. Seguís pensando. Te das cuenta que no tenes ese recuerdo que te va a quedar para toda tu vida, eso que te marco para siempre no esta. Tenes una secuencia de recuerdos, todos buenos, tenes tu infancia en manos de alguien que ahora no esta. Sabes que no serías quien sos hoy si no fuera por él. 
Te recuerdo en mis sueños ahora que te estoy perdiendo. Esa frase suena exactamente en el momento en que empezamos a entrar al cementerio, en ese mismo momento en donde cruzamos las puertas. Justo ahí. Esa canción, que te pareció bizarra desde el primer momento que la escuchaste y que en el peor de los casos le dedicarías a un noviazgo que no funciono, hoy te estás dando cuenta que también iría perfecto para esta situación. Te das cuenta que todo lo que escuchaste ahora tiene otro sentido.
No entendes para donde ir, no sabes que se hace en estos casos porque es la primera vez que pasas por algo así y dentro tuyo empieza una idea utópica de que esa sea la ultima vez. Caes en la cuenta que la vida tiene este tipo de ciclos.    
Vas caminando, primero de mayo, por dentro sonreís, sabes que no conociste a nadie más trabajador que él. Llegas al lugar que te habían indicado. Bajan el cajón del auto fúnebre, no queres mirar, eso no tendría que estar pasando o si, por un momento recordas que era lo mejor, no se podía seguir sufriendo más. Viene toda esa gente que conoces sosteniéndolo. Recordas el llamado de la mañana anterior, tu mamá entre una voz entrecortada dándote la noticia. Te acordas de tu reacción. Lo primero que hiciste fue fijarte que tu prima de seis años estaba durmiendo. Después tirarte en la cama y quedarte totalmente en blanco. 
La imagen de tu mamá agarrando un poco de tierra para empezar a tapar el cajón te quiebra por completo. Sabes que esa imagen no te la vas a olvidar nunca más en tu vida. Esas cosas no se olvidan. Eso lo voy a revivir muchas veces más. Lloras y lloras y no te alcanzan pañuelos ni mangas de buzos para limpiar las lágrimas. No podes mirar más que el piso. Por un momento sentís que nunca aprendiste hablar, ni una palabra puede salir de vos. Escuchas como a lo lejos el llanto de tu abuela, eso te derrumba por completo. Te quedas quieta, paralizada en el lugar, empiezan a caminar, volviendo al comienzo, volviendo a los autos. 
Las lágrimas no paran, muchos familiares que hablaste una sola vez en tu vida (y estoy por cumplir 21 años) tratan de aconsejarte que dejes de llorar. Por dentro pensas ¿Por qué viene a controlar lo que tengo que hacer? Ahora tenes bronca y no sabes porqué. Asentís a todos, en el fondo no te importa, necesitas otra emoción para salir de la angustia. 
Viene tu abuela, con la voz más delicada que pudiste escuchar en tu vida te dice: Dani, por favor, no llores más. Te abraza, lloras. Sabes que este sábado tus 21 años no van a ser lo mismo. Sabes que hubieras dado lo que sea por tener ese último cumpleaños. Sabes que este tres de mayo va a ser triste. 

Después de muchas vueltas, de volver a la casa de tus abuelos...la que ahora es sólo de tu abuela, sentís esa sensación extraña. Algo ya esta faltando. Te sentas en el sillón, agarras el celular, te pones los auriculares, el aleatorio habló: Aunque asuste la idea de perderte, es más grande la vergüenza de no dejarte volar.